Estética

La palabra deriva de las voces griegas αισθητική (aisthetikê) «sensación, percepción», de αἴσθησις (aisthesis) «sensación, sensibilidad», e ικά (ica) «relativo a».

La Estética estudia las razones y las emociones estéticas, así como las diferentes formas del arte. La Estética, así definida, es el dominio de la filosofía que estudia el arte y sus cualidades, tales como la belleza, lo eminente, lo feo o la disonancia.

domingo, 25 de septiembre de 2011

CAUSAS
CAUSA MATERIAL Aquello de que está hecho el objeto
CAUSA FORMAL La que ha dado al objeto su forma
CAUSA EFICIENTE Aquello que ha dado lugar al objeto
CAUSA FINAL Aquello a que está
Desde los albores de la civilización, el ser humano ha dado gran relevancia a la dimensión estética, y con ello al problema de la expresión artística, pero también sabemos que la función de las artes no fue ni es puramente el producir una belleza, o una mera apariencia agradable. No sólo el arte moderno, sino gran parte de la expresión humana de todos los tiempos quedaría fuera de lo estético si aplicásemos estos criterios. Ahora bien, en nuestro tiempo parece que la relevancia de lo estético, al menos desde un punto de vista de las sociedades desarrolladas, va por los derroteros de la apariencia y de lo meramente agradable a la vista o al oído, que de otro lado dependerá de distintos factores culturales y de época. Cada vez más la acepción que se impone de lo estético está exclusivamente relacionada con la moda, la apariencia personal, el cuidado del cuerpo, etc. Reducido a esto, hay quien dice que vivimos tiempos estéticos, que lo estético vive gran actualidad, a juzgar por la importancia de la moda, el diseño o la imagen como factor fundamental del éxito profesional, personal, o aún político; pero también surgen voces críticas que desvaloran este ascenso de lo estético como un signo de superficialidad de nuestra sociedad, como un sustituto de la moral o los valores ausentes: la gente ya se preocupa más de su apariencia que de su interior, de su figura física que de la "figura" moral de su personalidad.

La actitud estética
No falta razón en estos planteamientos, ni en los que celebran la actualidad de la estética, ni en sus detractores, pero sería un gran error suponer que el pensamiento y la filosofía que se ocupa y se ocupó de los asuntos estéticos se reduce a las cuestiones apuntadas. Desde la antigüedad, los pueblos y sus filósofos admiraron la belleza en todos los ámbitos y se preguntaron también por su misterio, que acaso no es otro que su evidencia y plenitud; con ello vieron en el arte y en todas las manifestaciones estéticas humanas en general un baluarte imprescindible del espíritu de cada pueblo y del ser humano como tal.
¿Estamos ante acepciones contradictorias? Más bien no; pero para encontrar cierta coherencia entre la acepción popular actual de estética y su significado filosófico, necesitamos ir a la raíz misma de la dimensión estética. Raíz que no tiene que ver con la superficie de la vida humana, con un mero ornamento contingente del que podamos prescindir. La dimensión estética apela a lo más íntimo de la expresión y la creatividad del ser humano, de su capacidad de admiración y de asombro; de sugerir y de ser sugerido. Todo ello posee una fuerza insustituible en la generación y evolución de cada cultura, y si reparamos en dicha fuerza, no será difícil celebrar en su caso la actualidad de la estética, y no como aceptación desengañada de una cultura superficial, sino todo lo contrario, como síntoma de la jovialidad y la creatividad de una sociedad o una época. Ahora bien, mucho me temo que esa presunta actualidad muchas veces no es tal, que la verdadera inmersión estética de nuestra cultura esté por llegar, y seguramente no tendrá que ver con muchos fuegos de artificio ni muchas pasarelas, ni muchos cuerpos perfectos, sino con un cambio de actitudes ante las cosas, ante la naturaleza y ante los demás, y no hablo de una actitud ética, sino de la actitud estética en su sentido más genuino.

Actualidad del pensamiento estético
No obstante, en el panorama del pensamiento y la filosofía del presente, también se ha hablado de la actualidad del pensamiento estético, en expresión de Wolfgang Welsch, quien nos indicaba ya en 1989 que buena parte de las cabezas rectoras del pensamiento más reciente parten de la Estética, o en todo caso encuentran en la reflexión sobre problemas estéticos y sobre el arte y la literatura uno de los temas centrales de sus respectivos planteamientos y trabajos filosóficos. Entre otros citaba Welsch los casos de Derrida, Vattimo, Sloterdijk y Nelson Goodman. Podríamos sumar nombres como los de Umberto Eco o Arthur Danto. En efecto, de modo parecido a como sucedió en décadas anteriores con la reflexión sobre el lenguaje, desde tradiciones distintas en la actualidad muchos pensadores se ocupan de la Estética y la Filosofía del Arte, ocupan cátedras de esta materia, conocen de cerca el arte moderno y publican ensayos sobre distintas obras y autores. Esto se cumple sin duda, y acaso en gran medida, en el ámbito de la filosofía hispana, pudiendo añadir a los nombres citados, entre otros, el de Eugenio Trías, cuya reflexión sobre las artes es punto de arranque fundamental de su filosofía.
Pero ¿cómo interpretar esta actualidad filosófica de lo estético? Tampoco faltarán detractores que creerán detectar en ella una debilidad del pensamiento, que cede frívolamente ante la ausencia de valores absolutos. Pero basta asomarnos a la historia de la reflexión estética, iluminada por grandes filósofos como Kant o el mismo Platón, para entender que lo que los pensadores arriba citados buscan en la dimensión estética no tiene que ver con ninguna superficialidad o frivolidad derrotista, sino con una nueva radicalidad en el pensar, que sabe encontrar la fuerza que encierra la actitud estética.
La admiración estética nos coloca ante las cosas y las personas en una situación que rara vez conseguimos en otros ámbitos, a saber, la de la plena satisfacción, la de un tiempo pleno que no ha de servir de puente o de medio para otra cosa. Cuando contemplamos una obra de arte, disfrutamos de la literatura o de una pieza musical, o simplemente paseamos deleitándonos con el paisaje, se da cierta plenitud enormemente valiosa, y que no pasó desapercibida a los grandes pensadores de todos los tiempos.
Pero la actitud estética posee en su fuerza precisamente su debilidad, esto es, que no necesita de grandes razones o credos para manifestarse, y de ahí que frecuentemente en la historia se encuentre arropada, lastrada o vendida a credos políticos o religiosos, porque sencillamente la apertura estética inquieta siempre a esas mentes que necesitan ser dominantes para aceptarse, y que en su estrechez de miras le piden a la realidad y a las cosas que se dividan en buenas o malas; la estética así vendida puede llegar a ser cebo y valiosa herramienta para actitudes fanáticas más allá de toda política y religión razonables (pensemos en la importancia del factor estético en el nazismo, por ejemplo).
El arte moderno en su radicalidad ha sabido ir liberándose de estos yugos y nos ofrece caminos de los que todavía podemos aprender mucho para vivir con un sentido nuevo, y con una actitud a la vez abierta y crítica, el siglo que ahora comienza ante nuestros ojos, un siglo recién nacido pero cargado ya sin duda con un sinfín de muertes y de sufrimientos inútiles, y en esto es demasiado parecido al anterior. Claro que cabe preguntar: ¿Qué ha de ofrecer la dimensión estética ante este panorama?

El hombre estético
El hombre estético, como nos enseñaron las vanguardias y ya los autores del romanticismo, se coloca ante la realidad desde un punto cero, en expresión de Schiller, está abierto en un sentido radical, con todos los riesgos y gozos que esto conlleva. El ser humano situado en la perspectiva estética es profundamente vitalista, y se abre con humor y con valentía a la vida, sea ésta la deseada, sea un simulacro de vida o sea un absurdo insoportable; la mirada artística y estética sobre la vida no es conformista, ni tampoco idealizante, pero acaso es profundamente tierna, y por eso es capaz de reírse ante el horror o de gritar ante lo presuntamente cotidiano e insignificante; por eso es capaz de soportar y disfrutar el mundo a la vez que lo cambia continuamente de un plumazo, a la vez que imagina continuamente otro mundo, porque no deja de mirar a la realidad y a la sociedad cara a cara, directamente a los ojos; en el artista se da la serenidad del mártir o al menos la del eremita y la vehemencia del inventor y del descubridor; esa extraña mezcla, repito, es lábil, y blanco frecuente de la manipulación y la incomprensión, pero no por ello debemos arrinconarla en los museos, y considerarla un fruto preciado pero poco útil de la naturaleza humana.
Podemos ahora preguntar: ¿qué nos ofrece el arte del presente, entendido como catalizador privilegiado de las actitudes estéticas de nuestro tiempo? Es claro, como indica Welsch, lo mucho que los pensadores actuales deben al espíritu del arte moderno, pero hay también que admitir que ese arte moderno, esa vanguardia, ya va quedando muy lejana en el tiempo. Desde el final de la segunda guerra mundial se vive un largo "después" de las vanguardias, y esa explosión creativa sin igual que ofreció el principio del siglo veinte se fue haciendo cada vez más repetitiva, menos escandalosa, y se pudo ir domesticando en academias y museos, hasta constituir un nuevo canon en la enseñanza de las artes. Esto en sí no es negativo, todo movimiento, por revolucionario que sea, acaba integrándose en la sociedad que lo genera. Pero si con ello, como muchas veces le ha pasado al arte moderno, pierde su fuerza esencial, entonces sí es grave; en este caso se puede decir que la sociedad moderna pierde con ello uno de los pilares de su ilustración y su emancipación. Acaso la ilustración más radical.
Si observamos el inmediato presente del arte, destacaría dos tendencias que a mi entender hablan de nuevas perspectivas del arte moderno, y que de algún modo resultan algo heterodoxas respecto al espíritu más extendido de las llamadas vanguardias de principio de siglo XX. Estas tendencias son: de un lado la vuelta del cuerpo y del objeto y de otro, el restablecimiento del diálogo entre arte y naturaleza.

La vuelta del cuerpo y del objeto
De un lado, el arte plástico más actual vuelve, entre la culpabilidad y el asombro, a las cosas, a los objetos en su desnudez. Grandes maestros del arte moderno como Duchamp, Warhol o Beuys, o John Cage desde la música y el mundo sonoro, han orientado magistralmente esta línea. Pero entre las últimas generaciones de artistas plásticos se ha dado un paso nuevo, se ha vuelto, no sin dosis de polémica, al mismo cuerpo humano, que esta vez no retorna ya como representación, sino en carne y hueso (pensamos en Gunther von Hagens): las exposiciones del nuevo arte se llenan de cuerpos reales de seres humanos y también de animales, embalsamados y tratados químicamente; es una vuelta abrupta de nuestra misma corporalidad, que hace frente a falsas estetizaciones. Nuestras ciudades y nuestros cuerpos normalmente se visten de todo tipo de reclamos y señales que indican poder, ubicación, grado de integración social, etc.; nuestra vida está continuamente cargada de significados, al modo de la publicidad; todo es y todos somos reclamo para algo (normalmente para ser comprado, ser elegido). Quizá la vuelta descarnada a las cosas, a los objetos mismos de la publicidad y, últimamente, a la desnudez mórbida de nuestra corporalidad, es un modo de hacer frente a esa continua avalancha publicitaria que invade nuestra existencia cotidiana; entre los muchos significados que puede comunicar el arte, está también el de no significar, el de guardar silencio y limitarse a mostrar, porque en un universo polucionado hasta la saciedad de imágenes, músicas-señal (pensamos en los teléfonos móviles y demás señales electrónicas que invaden ya nuestra vida diaria), y signos en general, quizá la clave de la actitud estética sea el silencio del objeto mudo y del cuerpo desnudo que de nuevo se hace presente, y nos da que pensar.

Arte y Naturaleza
De otro lado, a las puertas del arte ha tocado la vieja dama desterrada de la Naturaleza; una Naturaleza olvidada que vuelve a anunciarse desde la nueva sensibilidad ecológica, ya no como una amenaza o un poder externo a dominar, sino como un gran proceso que integra toda acción humana, y que si se desvanece, todo lo humano se extingue con él, por muy poderosa e independiente que la acción del hombre se quiera mostrar. Esto, además de recientes movimientos como el land–art, lo han sabido captar y mostrar en toda su profundidad, artistas como el escultor Eduardo Chillida o el arquitecto Álvaro Siza. Estos grandes creadores, cada uno a su modo, antes de hacer y de construir, escuchan el lugar, el paisaje, los mismos materiales, se dejan invadir en definitiva por el entorno, aquello que les supera y a la vez les acoge.
Son dos tendencias las apuntadas con resultados muy distintos en el mundo del arte pero que nos descubren nuevas perspectivas y nuevos caminos para seguir aprendiendo de la dimensión estética y creativa humana. Creo que en el nuevo siglo, desde el punto de vista estético queda todavía mucho por aprender y por recoger de las enseñanzas del siglo anterior, y que el arte, a pesar de sus apologetas y sus detractores, sigue siendo una baza fundamental para pensar un mundo mejor. Del espíritu de las vanguardias y de la actitud estética como tal aprendemos a degustar la diversidad sin que ello signifique meramente tolerancia, pensemos en la evolución de cualquier arte, escuela, o de un mismo artista. En el arte puede haber principios, pero no criterios excluyentes que lleguen a la desvaloración de los otros; en el arte puede y debe haber una tradición y una continuidad, pero el arte no sería tal, ni el moderno ni el más tradicional, sin la asunción gozosa de lo extraño; en la actitud estética lo propio se nutre con lo ajeno, se mezcla para producir siempre nuevas obras y nuevos estilos. Con que aprendiéramos simplemente esto en nuestro presente: cómo se vive la diversidad, cultural y humana, y la pluralidad de lo real en general desde la actitud estética, creo que la Humanidad habría dado un paso esencial, que muchos siglos de guerras y tratados internacionales no han podido conseguir. El nuevo siglo no debería en todo caso mitificar lo estético como una nueva fórmula mágica de la felicidad, nada más lejos, debería más bien tomarse un poco de tiempo y tal vez escuchar, escuchar atento el flujo apasionante de la realidad, con todas sus contradicciones, perplejidades y sufrimientos, pero sin dejar de disfrutarla, tal como hace el artista, antes siquiera de rasgar con su trazo el lienzo que tiene delante.

Actitudes Esteticas Y No Estéticas

ACTITUDES ESTÉTICAS Y NO ESTETICASNo hay que confundir la actitud moral con la estética. La actitud estética es como contemplamos las cosas y el mundo, no del conocimiento que tenemos de este. No siempre se aprecia el arte como debería, son las actitudes no estéticas que tomamos al intentar apreciar el arte. Tales como relacionarla con nosotros o nuestra vida, ver sólo su utilidad u objetivo profesional, su valor de posesión, como medio para un fin, por los beneficios o placeres que produce, entre otras maneras. No hay una actitud propiamente estética pero la manera en que el arte debe ser percibido es por sus detalles, por lo que en sí representa, captando lo que nos ofrece y puede ofrecer, y de aquí tomar actitudes estéticas desinteresadas (imparciales), alejando la manera en la que se pueda estar implicado, y desprendido, que es en el momento en que distinguimos lo real y la ficción.
También podemos explicarlo de manera interna, que es ver y percibir sus propiedades y por eso necesitan de mucha concentración, pero en ocasiones el público es obstaculizado o distraído por las relaciones externas, es decir, que sólo ve el objeto sin contemplar sus facultades estéticas.
La atención del arte se debe centrar en lo percibido, no en lo físico, ya que a través de la percepción captamos las cualidades físicas de un objeto.
De acuerdo a la literatura la constituyen los significados aunque no sean objetos o la podamos percibir concretamente, ya que es ideosensorial y las demás artes auditivas y visuales son sólo sensoriales.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Lo gracioso.

lo grotesco.

Lo sublime es una categoría estética, derivada principalmente de la obra Περὶ ὕψους ("Sobre lo sublime") del poco conocido escritor griego Longino (o Pseudo-Longino), y que consiste fundamentalmente en una belleza extrema, capaz de llevar al espectador a un éxtasis más allá de su racionalidad, o incluso de provocar dolor por ser imposible de asimilar. El concepto de lo "sublime" fue redescubierto durante el Renacimiento, y gozó de gran popularidad durante el Barroco, durante el siglo XVIII alemán e inglés y sobre todo durante el primer Romanticismo

Lo comico

Categoría de la estética que expresa la disconformidad (total o parcial), históricamente condicionada, de un fenómeno social dado, de la actividad y conducta de las personas, de su mentalidad y costumbres, respecto al curso objetivo de las cosas y al ideal estético de las fuerzas sociales progresivas. La comicidad puede manifestarse de distintas maneras: en la falta de correspondencia entre lo nuevo y lo viejo, entre el contenido y la forma, entre el fin y los medios, entre la acción y las circunstancias, entre la esencia real de una persona [72] y la opinión que ella tenga de sí misma.

Lo tragico.

 "lo trágico acontece cuando lo necesario es imposible", y ello desde el punto de vida existencial claro, ya que en el pensamiento teórico no hay tragedia ni conflicto vital.

Lo feo.

Categoría estética en que se reflejan los fenómenos de la realidad adversos a lo bello y en que halla su expresión la actitud negativa del hombre respecto a tales fenómenos. En contraposición a lo bello, lo feo en la sociedad se caracteriza por presentar obstáculos [172] a la libre manifestación y al florecimiento de las fuerzas vitales del hombre, por el desenvolvimiento limitado, monstruosamente unilateral, de dichas fuerzas, por la descomposición del ideal estético. En lo feo, la esencia humana se contradice a sí misma, se manifiesta bajo un aspecto deformado e inhumano, lo cual resulta patente en el arte a través de figuras como las de Golovliov, Pliushkin, Yago y otras. En el mundo burgués, lo feo predomina sobre lo bello, lo cual se refleja en la preponderancia de los tipos negativos sobre los positivos en el arte del realismo crítico, arte que utiliza las imágenes de los personajes y caracteres negativos para criticar y poner al desnudo los aspectos inhumanos de la vida que destruyen la belleza del hombre.

Lo bello y lo sublime




Categoría estética; en ella encuentran su reflejo y valoración, los fenómenos de la realidad y las obras de arte que proporcionan al hombre un sentimiento de placer estético, que traducen en forma objetivo-sensorial la libertad y la plenitud de las fuerzas creadoras y cognoscitivas del hombre, sus aptitudes, en todas las esferas de la vida pública: trabajo, actividad político-social y vida espiritual.